Me senté en las ramas que sobresalían de ese hermoso almendro, después de haber recorrido calles, calles con vendedores de frutas, calles con jardines abandonados, calles que por algún detalle nos daban motivos para reir a carcajadas, no sin tu genialidad para hacerme reir.
-¿Querés almendras?- me preguntaste. -¡Sí!- te respondí entusiasmada. Con una piedrita partiste la más rosada almendra que escogiste del suelo, mientras yo esperaba sentada bajo aquel árbol...el de tu infancia. Tu técnica perfeccionada durante toda tu infancia mostró signos de oxidación al inicio, pero luego, luego... bueno..
¡Qué almendra más rica! La más rica, la más memorable, la mejor. Qué aburridas se me hacen ahora las almendras compradas.
-¿Te gustó?- preguntaste.
¿Que si me gustó? ¡ja!
2 comentarios:
Lo bueno juntado con un momento agradable...así se forman el poso de los grandes recuerdos
Cuando leí esto me di cuenta de cuánto extraño esas caminatas...
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